La mejor noticia del mundo vino de una tumba vacía. La tumba vacía de Cristo es el lugar de nacimiento de la iglesia. Si la muerte hubiera triunfado sobre Jesús, estaríamos sin esperanza. La resurrección de Cristo es la piedra angular de nuestra fe, el fundamento de nuestra esperanza, la garantía absoluta de que vamos hacia un amanecer glorioso y no hacia un ocaso oscuro. La muerte ya no tiene la última palabra. Su aguijón ha sido arrancado y porque Cristo vive podemos creer en el mañana.
El pastor Hernandes Dias Lopes comparte tres realidades sobre la resurrección de Cristo.
1. La resurrección de Cristo es un hecho incontrovertible: Cristo resucitó y se apareció a Pedro, a los doce apóstoles, a más de quinientas personas a la vez, a Santiago y a Pablo. Varios testigos vieron a Jesús con un cuerpo de gloria.
Su resurrección no fue una sorpresa sino el cumplimiento de una profecía. Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento anunciaron su bendita realidad. Jesús lo proclamó claramente antes de ser entregado en manos de los pecadores. La resurrección de Cristo sacudió el infierno, hizo temblar a los enemigos y perturba aún hoy a los escépticos. Ha habido muchos intentos de negar este hecho incontrovertible. Hay quienes niegan que Jesús realmente murió. Otros dicen que los discípulos robaron su cuerpo. Otros afirman que las mujeres fueron a la tumba equivocada el primer día de la semana.
Pero la resurrección no es un engaño, sino una verdad absoluta e indiscutible. Si Cristo no resucitó, sería un lunático y no el Hijo de Dios. Si Cristo no resucitó, un error salvó al mundo. Si Cristo no resucitó, los mártires que derramaron su sangre murieron por una tontería. Si Cristo no ha resucitado, entonces somos los más infelices de todos los hombres.
2. La resurrección de Cristo es una verdad transformadora. La resurrección de Cristo tuvo un profundo impacto en la vida de los discípulos. Estaban encerrados por miedo a causa de la furia de los judíos, pero cuando se abrió la puerta del sepulcro, quedaron encerrados por falta de miedo. Así que estaban dispuestos a ser arrestados, azotados y asesinados por esa condena.
El poder de la resurrección llenó sus corazones de santa convicción y salieron a predicar, en el poder del Espíritu, el mensaje de Cristo resucitado. Este mensaje se extendió como la pólvora por todo el mundo. Los corazones endurecidos fueron rotos. Las barreras de la incredulidad fueron derribadas. El imperio de las tinieblas fue saqueado y una multitud de personas fueron salvadas y transportadas al Reino de la luz. Incluso hoy, el mensaje de la resurrección transforma vidas.
3. La resurrección de Cristo es una esperanza gloriosa. La resurrección de Cristo es la garantía de nuestra resurrección. Resucitó de entre los muertos como las primicias de todos aquellos que un día oirán la voz de Dios desde sus tumbas y saldrán. Pablo dice que si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación y vana es nuestra fe. Si Cristo no ha resucitado, todavía estamos en nuestros pecados y los que durmieron en Cristo han perecido. Si Cristo no ha resucitado, somos falsos testigos de Dios y nuestra esperanza está condenada al fracaso total. Pero, de hecho, Cristo resucitó como el primero en la fila. Lo seguiremos.
En el último día, cuando suene la trompeta de Dios y cuando se oiga la voz del arcángel, el Señor Jesús descenderá del cielo y los muertos se levantarán de sus sepulcros. Entonces tendremos un cuerpo incorruptible, poderoso, glorioso, espiritual y celestial, semejante al cuerpo de su gloria. Esta esperanza no es una cosa vaga, sino una convicción gloriosa. Nuestro cuerpo golpeado por la enfermedad, debilitado por el peso de los años, marcado por debilidades y carencias, se revestirá de una belleza indescriptible, de una perfección indescriptible y de una gloria inefable.
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