Al menos 60 personas se organizan para realizar sus cultos en lenguaje de señas que forman parte de una congregación más grande.
En la congregación se celebran dos cultos de adoración, para los que oyen y hablan y para los sordomudos en una pequeña plaza a la par.
El guatemalteco Mario Solórzano dirige esta iglesia, quien lleva el mensaje del evangelio con entusiastas rutinas de muecas y rápidos movimientos con los dedos.
La hermana del líder espiritual, Priscila Solórzano, tradujo las gesticulaciones del pastor con las que explicó a EL HERALDO el particular método para difundir las buenas nuevas de Jesucristo.
La prédica comienza cuando el pastor lleva una urna de madera en forma de arca en cuyo interior hay papeles con nombres de actividades que son sacados por los feligreses. Los creyentes tienen que presentar una prédica del tema mencionado en los papeles.
“Y así comienza un derroche de ademanes y movimientos con los que los sordomudos se comunican para predicar las sagradas escrituras. No hay barreras, todo lo que está escrito en la Biblia se puede explicar en el lenguaje de señas”, expresa con un movimiento de manos del pastor Solórzano.
El oficio religioso no es del todo sosegado, ya que los fieles, si bien no hablan, sacan de su boca truncados sonidos con los que refuerzan el mensaje de señas.
Cada domingo a un sordomudo le toca referirse a lo aprendido de los mensajes espirituales y para ello debe prepararse con lectura y oración.
El culto no se limita a una simple rito. La congregación interpreta alabanzas a Dios con la misma o incluso más pasión que los que oyen y hablan.
Con habilidades de mimos, los sordomudos despliegan un repertorio de movimientos corporales, guiños y monerías.
Las expresiones parecen penetrar la intimidad espiritual de los creyentes, quienes pueden repetir las señas o hacer otras con las que manifiesten el tipo de sentimiento que están viviendo en ese momento. “Las canciones no son las mismas que se escuchan sobre música cristiana, son compuestas por los miembros de la iglesia”, explica Priscila Solórzano.
Angélica San Martín es una de las cristianas que asiste a esta iglesia desde hace varios años y asegura que el no poder hablar o escuchar no es limitación para poder sentirse estremecida por el poder de Dios. “Ellos son normales desde el punto de vista de los sentimientos, lloran, se expresan, se exaltan porque el mensaje igual les penetra”, dice el esposo de Angélica, Jeremi Sánchez, quien es el único que habla y escucha de esa iglesia y acompaña a su pareja a las congregaciones. AcontecerCristiano.Net
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