La honestidad no solo es sinónimo de buenos valores, sino de una buena salud: “Decir la verdad mejora la calidad de las relaciones personales y estas, a su vez, mejoran la calidad de vida”, como ya se había demostrado en otros estudios psicológicos, según explicaba la investigadora durante la presentación de los resultados en el congreso anual de la American Psychology Association.
Las mentiras están relacionadas con la segregación de las hormonas causantes del estrés, el aumento de la frecuencia cardíaca y la presión arterial. Unos procesos que reducen los anticuerpos para combatir las infecciones en sangre y que, si se prolongan en el tiempo, acaban causando desde dolores de espalda y cabeza, hasta problemas menstruales e incluso infertilidad. La tensión está detrás de estos problemas de salud que la profesora de Comportamiento Organizacional en la Universidad de Chicago Linda Stroh explica por qué “uno pasa mucho tiempo planeando la mentira y luego manteniéndola. Si no imagínese que va a mentir a su jefe o a su novia y vea cómo se le tensionan los hombros, el estómago y el resto del cuerpo”.
Para construir una mentira, continúa la autora del manual de referencia Trust Rules, “se necesita una gran cantidad de energía física y mental”, por lo que recomienda que “debemos pensar lo que vamos a decir antes de responder. Si no lo hacemos, perderemos un tiempo precioso tratando de ir tapando huecos, en lugar de emplearlo de manera positiva y constructiva”.
El estudio de la profesora Kelly se basó en una muestra de 110 participantes, a los que se les hizo un seguimiento de su estado de salud durante diez semanas. En un principio se le pidió a la mitad de los participantes que no mintiesen durante el periodo de estudio, es decir que no hiciesen ninguna afirmación falsa, aunque sí se les permitía guardar secretos o eludir preguntas comprometidas. Al resto de participantes no se les pidió tomar ninguna actitud en concreto, aunque se les pidió luego que diesen cuenta de las mentiras que había dicho. Una información que se contrastó mediante la prueba del polígrafo.
El resultado fue que los miembros del grupo a los que se les pidió no faltar en ningún momento a la verdad sintieron cómo mejoró significativamente su estado de salud, mientras que empeoró entre los participantes del otro grupo. Más concretamente, cuando se comparó el número de mentiras con el número de quejas por motivos de salud, se demostró que coincidían casi en el cien por cien de los casos. Según este estudio, el promedio de mentiras por semana es de 11.
En las conclusiones del estudio se evidencia asimismo la dificultad que supone para las personas mentirosas abandonar esta insana costumbre, dado que los participantes en la investigación sólo fueron capaces de reducir una mentira por semana. “En el día a día, simplemente consiguieron dejar de exagerar sus logros, evitar caer en excusas inventadas, y decir medias verdades en lugar de mentiras”, explica Kelly.
Unas conclusiones similares a las que apunta el psicoterapeuta Brad Blanton en su best-seller Radical Honesty, para quien decir la verdad es la mejor forma de reducir el estrés, mejorar la calidad de vida y superar los problemas del pasado. AcontecerCristiano.Net
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