Langostas procedentes de Egipto y justo antes de la Pascua que celebran esta semana (como en las plagas bíblicas que liberaron al pueblo judío del yugo del faraón), las langostas se han convertido en un problema serio para el campo, sobre todo para la papa (patata) y el maíz, donde encuentran alimento.
Familias enteras se han echado al desierto del Negev, la zona más afectada, para recolectar esta especie de saltamontes y echarlos a la cazuela, rescatando viejas recetas de Yemen o Marruecos, los países donde con más naturalidad se comen estos bichos.
Chefs de referencia como Moshe Basson, del restaurante The Eucalyptus (Jerusalén), han pagado cifras inconfesables por lograr unos cuantos kilos y cocinarlas en cenas privadas, para algunos ricos privilegiados. Empanados, fritos o caramelizados, son la sensación culinaria del momento.
"No saben a nada, en realidad, pero la textura es una mezcla suave y crujiente que engancha", explica Nimrod Azulay, un vendedor del mercado de Mahane Yehuda, nacido en Argelia. Mientras ha tenido provisiones, ha vendido el medio kilo a unos 100 euros. No ha expuesto las langostas, por temor a tener problemas con los rabinos centroeuropeos, que no tienen muy claro que sean kosher, es decir, un alimento conforme a las reglas del kashrut, la ley alimentaria judía.
Los rabinos de las comunidades árabes insisten en que son puras, que la Torá reconoce expresamente que se pueden comer cuatro tipos de ellas, las rojas, amarillas, grises moteadas y blancas, pero aquellos de zonas más frías, donde estas plagas son menos comunes, nunca han tenido la oportunidad de cocinarlas y por eso tienen dudas. "No teníamos una oleada así desde 1950, casi desde que se creó el Estado de Israel. ¡Aún no saben lo que se pierden!", dice jocoso Azulay.
Mantener su etiqueta de kosher es vital, basando como basa su carta en la cocina bíblica, que retoma alimentos y procesos tradicionales muy apreciados por la comunidad judía más observante. No tiene por costumbre poner langostas a la venta en su local, pero sí las cocina para clientes específicos. "Nunca como ahora he tenido tanta oportunidad de experimentar", se felicita.
Moshe Basson ha acabado con las existencias de langostas, acelerado, justo antes de la Pascua, que comenzó el día 25, coincidiendo este año con la Semana Santa cristiana. Ha cerrado el Eucalyptus hasta principios de abril y tenía que cocinarlas para no perderlas.
Uno de los motivos del cierre del Eucalyptus, más allá de las vacaciones, es la prohibición kosher de cocinar con harina y levadura en estos días de pascua. Por eso al Pesaj o Passover se le conoce también como "la fiesta del pan ácimo". Ni una miga de pan puede haber en las cocinas particulares y profesionales. Las calles llevan días oliendo a quemado, por los cocineros que sacan a las aceras sus peroles y planchas para pasarlos por el soplete, la manera más segura de limpiar en profundidad. Se recuerda a los israelitas que se marcharon a toda prisa de Egipto y, como no daba tiempo a que subiera la masa de pan que habían preparado, la hornearon en forma de matzah, pan ácimo. Con la Pascua festejan el fin a 400 años de esclavitud. AcontecerCristiano.Net
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