Si lo que un smartphone genera en materia de radiofrecuencias tiene un impacto real y serio sobre nuestra salud es un tema de discusión permanente. Un importante segmento de la comunidad científica internacional coincide en que los niveles de radiación que emite un teléfono móvil y las antenas con las que se contactan son demasiado débiles como para romper algunos de los enlaces químicos que forman parte del cuerpo humano, producir eventuales daños en el material genético de las células u otros efectos adversos.
En 1998 la OMS dio a conocer que, para provocar un efecto realmente nocivo sobre partes sensibles de nuestro cuerpo, se necesitaría la potencia emitida por radares militares de última generación, un parámetro muy lejano al de los equipos que actúan en zonas urbanas.
Ahora bien, los que están en “la vereda de enfrente“, principalmente biólogos, aseguran que esa radiación de baja frecuencia declarada inofensiva, en realidad provoca cambios eléctricos en la membrana de todas las células del cuerpo, alterando los flujos celulares de algunos iones, sobre todo el calcio, lo que podría tener efectos biológicos como: Insomnio, Depresión, Trastornos de atención y memoria, Presión arterial alta (hipertensión), Variaciones en ritmo cardiaco y aparatos que lo regulan (marcapasos). Ojo seco y visión borrosa, Calambres y dolor articular, Piel seca, Distintos tipos de cáncer, sobre todo leucemia, Alteraciones neurológicas y del aparato reproductor, Malformaciones fetales.
También hay estudios que relacionan la aparición de cáncer en niños con el uso de teléfonos móviles por parte de éstos, aunque esos estudios no son concluyentes.
En función de éstas y otras probabilidades es que a nivel mundial se establecen valores máximos de SAR para aprobar la venta de un smartphone. El SAR es la potencia máxima que absorbe un tejido vivo apartir de la emisión de radiofrecuencia de cualquier dispositivo electrónico, medida en Watts por Kilogramo (W/Kg). Para determinar este valor se tienen en cuenta tres aspectos: la potencia de la frecuencia emitida por el equipo, la posición relativa al cuerpo humano durante su uso, y la zona del cuerpo afectada directamente.
En el caso de un smartphone el estudio se hace en función al uso del aparato apoyado a la cabeza (mientras se habla). Aunque las costumbres también llevan a pensar en zonas como la entrepierna (a partir del uso del bolsillo para su traslado).
En los Estados Unidos, la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC) establece como límite un valor de 1,6 W/Kg de impacto sobre 1 gramo de tejido. En Europa, la UE establece este mismo límite en un valor de 2 W/Kg, basándose en un impacto sobre 10 gramos de tejido. Con este dato como parámetro veamos cómo están posicionados los equipos de la actualidad:
Si bien ningún equipo siquiera roza el límite más estricto (impuesto por la FCC), los equipos de Apple y BlackBerry son los que más se acercan, mientras que los de Samsung están más alejados.
De todas formas hay consejos básicos para evitar cualquier inconveniente, como el no llevar el teléfono en el bolsillo y evitar acercarlo al oído apenas se atiende la llamada o mientras suena, ya que en ese momento es cuando el equipo entrega su mayor potencia de enlace. Una vez que la llamada está en curso, el nivel de radiación baja notablemente.
Incluso hay aplicaciones para Android como Tawcon que advierten cuando el teléfono alcanza niveles de radiación elevados, y ofrece consejos para cuidarnos al respecto. Fuente: RedUsers / AcontecerCristiano.Net
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